Ayer, en una de mis ahora habituales noches de inmersión cognoscitiva, llegó a mi mente una pregunta que no escuchaba desde tiempos de escuela, desde tiempos en los cuales solo pensaba en la música (bueno eso lo hago hasta ahora), amigos y mujeres.
Cuando esta interrogante se asomó a mi memoria recordé aquellos sueños de pequeño, con los que uno crece, gracias a nuestros padres, y en general todas las ocurrencias que uno aduce de niño. ¡Que sea alta y bonita! , ¡Que tenga ojos azules y mucha plata! , ¡Me voy a casar con una chica de la tele!, o alguna otra tonta frase inspirada por alguna rara y tonta influencia.
Mis manías y vicios,
Mis sueños y anhelos,

Mis amigos y enemigos,
Mis viajes aunque aun siga aquí,
Mis abrazos y a la vez que ella me de los suyos,
Mi sueño y flojera y que ella me despierte,
Mis tristezas y alegrías,
Mis temores y llantos,
Mis éxitos y fracasos,
Mis teorías y cualidades,
Mis defectos y errores,
Y lo más importante, que me quiera por lo que soy: loco, extraño, difícil, raro y siempre enamorado de mi arte, que es lo más bello que Dios me pudo dar, ya que sin él, el amor y yo no seríamos compatibles.
Todo esto me hace acordar a una canción de los genios de sui generis: “Necesito alguien que me parche un poco y que limpie mi cabeza que cocine guisos de madre postres de abuela y torres de caramelo. Que ponga tachuelas en mis zapatos para que me acuerde que voy caminando y que cuelgue mi mente de una soga hasta que se seque de problemas.”